A finales de los noventa, en el norte de Ontario, más de 18.000 personas dependían de generadores diésel costosos y poco confiables, que provocaban continuos cortes de energía en hogares, escuelas y comercios. Según el Operador Independiente del Sistema Eléctrico de Canadá (IESO, por sus siglas en inglés), el costo anual de la generación diésel para las comunidades indígenas remotas alcanzaba los 90 millones de dólares. Pero el costo para la comunidad era mucho mayor: cortes constantes que provocaban el cierre de escuelas, la pérdida de alimentos, limitaciones en la construcción de viviendas e infraestructura y un acceso limitado a la atención médica.

En 2009, el mapa de proyecciones energéticas del IESO de Ontario indicaba que no existían planes para abastecer los territorios de las Primeras Naciones. Ante ello, sus líderes tomaron las riendas del futuro energético de sus comunidades. Encargaron al Grupo de Energía del Corredor Central original la planificación y el desarrollo de una línea de transmisión eléctrica de propiedad indígena, para conectar 10 comunidades a la red eléctrica provincial. El Proyecto de transmisión eléctrica de Wataynikaneyap es una materialización directa y poderosa de la visión expuesta en la resolución. Esto ha tenido un gran impacto en la industria energética de la provincia, ya que alteró para siempre la forma en que se construyen las infraestructuras energéticas en dicha región.

Wataynikaneyap es el mayor proyecto de energía eléctrica liderado por comunidades indígenas en la historia de Canadá. Sus 1800 kilómetros de líneas de transmisión y 22 subestaciones conectan a 15 comunidades remotas de las Primeras Naciones a la red eléctrica de Ontario y eliminan la dependencia de los generadores diésel altamente contaminantes. En total, 17 comunidades se verán beneficiadas.

En 2012, las 24 comunidades de las Primeras Naciones que se unieron inicialmente negociaron una participación del 51% en la propiedad del proyecto, mientras que el 49% restante quedó en manos de Fortis Inc. y otros inversores privados. Este acuerdo histórico sentó un nuevo precedente para la participación indígena en infraestructuras energéticas, estableciendo una hoja de ruta para que las comunidades alcancen la propiedad total de la línea de transmisión en un plazo de 25 años y garantizando así control, equidad y autonomía económica a largo plazo.

Los líderes de las Primeras Naciones establecieron Principios Rectores que definieron las expectativas para garantizar que los protocolos, derechos y modos de vida indígenas formaran parte de todos los aspectos y requisitos del proyecto. En Hatch, tuvimos el honor de ser elegidos como ingenieros del cliente, y se nos confió la tarea de defender estos principios con todas las partes que trabajaban en el proyecto. Paralelamente, colaboramos en la definición y el seguimiento continuo de los requisitos de participación indígena.

Trabajamos en estrecha colaboración con Wataynikaneyap Power para desarrollar la estrategia que garantizaría la ejecución exitosa del proyecto. Esto incluyó la preparación de planes detallados de contratación y gestión de riesgos para afrontar con seguridad los desafíos complejos del proyecto, cumpliendo sus principales objetivos de manera rentable. Establecimos las especificaciones técnicas y los requisitos de diseño y materiales teniendo en cuenta las dificultades logísticas del proyecto. Colaboramos en la definición detallada de los requisitos y expectativas de construcción, garantizando una ejecución segura y el pleno respeto de los protocolos de comunicación y consideraciones ambientales de las Primeras Naciones.

Para gestionar un proyecto de tal magnitud, se implementaron procedimientos exhaustivos de control de cambios, con cientos de páginas de listas de precios, que garantizaban que los ajustes de rutas y otros cambios fueran rentables y tuvieran un impacto mínimo en el cronograma general. También brindamos apoyo a Wataynikaneyap Power en la definición de las condiciones comerciales con el fin de garantizar una adecuada mitigación de los riesgos.

La enorme extensión de este proyecto, junto con la inaccesibilidad de estas zonas remotas, exigió una estrategia de construcción sumamente compleja. Más de la mitad de los 1800 kilómetros de líneas y 16 de las 22 subestaciones solo eran accesibles durante el invierno, cuando las comunidades y los miembros de las Primeras Naciones podían construir caminos de hielo sobre tierra, ríos y lagos congelados. Lo que normalmente hubiese requerido 12 meses de trabajo tuvo que concentrarse en breves periodos invernales de apenas unas semanas. Durante los meses de invierno, la mano de obra del proyecto aumentó de unos pocos cientos a 1400 trabajadores para aprovechar al máximo el breve período disponible. La planificación de los materiales fue crucial para coordinar el transporte de suministros con un año de antelación a cada temporada de construcción.

Cuando se inició la construcción, la Organización Mundial de la Salud declaró oficialmente la pandemia de COVID-19. Las pruebas y verificaciones de diseño en fábrica se detuvieron por completo y surgieron preocupaciones por la cantidad de trabajadores que entraban y salían de las comunidades de las Primeras Naciones, que contaban con recursos médicos limitados.

Los líderes del proyecto, representantes de las Primeras Naciones, autoridades de salud pública, Hatch y el contratista de EPC se reunieron para elaborar un plan integral de gestión del COVID-19, reconociendo el suministro de energía fiable a las 17 comunidades remotas como un servicio crítico y esencial. En respuesta, el equipo de Hatch desarrolló nuevas herramientas y procesos que permitieron realizar pruebas y verificaciones de diseño de manera remota, además de brindar apoyo en el terreno para supervisar el cumplimiento de los protocolos y del plan de gestión de COVID-19 por parte de los contratistas. El mismo plan de gestión se modificó varias veces a medida que la pandemia de COVID-19 evolucionó a lo largo de los años.

Cada kilómetro de línea de transmisión se construyó de acuerdo con las normas vigentes y las expectativas de la comunidad. Al aunar nuestros conocimientos técnicos con la visión compartida de las comunidades, el proyecto, valorado en casi 2000 millones de dólares y que abarca una extensión de territorio en gran parte desconocida y casi del tamaño de Alemania, logró completarse a pesar del COVID-19 y de grandes incendios forestales.

El nuevo sistema de transmisión elimina aproximadamente 6,6 millones de toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero, lo que equivale a retirar 35.000 automóviles de circulación. Pero más que eso, la línea brinda nuevas oportunidades a las comunidades de las Primeras Naciones y marca el inicio de una nueva era en el desarrollo de infraestructura energética en Ontario. Hydro One y otras empresas de energía adoptaron una política oficial que otorga a las Primeras Naciones una participación accionaria del 50% en todas las nuevas líneas de transmisión cuyo valor supere los 100 millones de dólares. Y el IESO, cuyo mapa de proyecciones impulsó el proyecto Wataynikaneyap en 2009, ha destinado un fondo específico para proyectos energéticos en el norte de Ontario.

Un legado tangible

Iluminando el camino para siete generaciones y más, este proyecto es mucho más que una red de transmisión eléctrica. Es una conexión vital. Un símbolo de lo que se puede lograr cuando excelencia técnica y respeto cultural van de la mano. Y el inicio de un futuro prometedor para las generaciones que crecerán en comunidades conectadas y empoderadas.